miércoles, 15 de mayo de 2013

Astazu Occ (3015) - Consolación Norte


¿Estaré a la altura?  ¿Será demasiado duro? ¿Qué me encontraré ahí arriba?  Estas fueron las cuestiones que no me dejaron dormir una noche de verano del 2000. A mis once años era mi primera vez en pirineos, jamás había visto la nieve, y si todo salía bien al día siguiente me encontraría en el lago de Marboré.

Catorce años después el escenario es el mismo, las preguntas que me quitan el sueño son idénticas, aunque esta vez no es subir al balcón el objetivo, esta vez se trata de la Norte del Perdido.

Llegamos a Pineta sobre las 11 de la noche, la idea es dormir un par de horas e intentar hacerlo en Non-Stop.

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A las 2 suena la alarma, apenas hace una hora y media que nos tumbamos en la hierba del parador, ninguno hemos dormido, pero al menos algo hemos descansado después del viaje de 6 horas.

Sobre las 3 empezamos la ascensión, la misma luna nueva que nos proporciona un cielo estrellado es la culpable de que no veamos más allá del haz de nuestro frontal. Los recuerdos se van solapando, la ruta esta clara en mi mente, hay que ir hacia la izquierda, pero la oscuridad y la nieve consiguen despistarnos. Llega un momento que nos encontramos una franja rocosa infranqueable, dudamos… es imposible que sea por aquí.

Mientras Gabi y yo descendemos sobre nuestros pasos, José Luis y Tonet se paran a un lado a ponerse los crampones. La casualidad es caprichosa y justo cuando paran a equipase ven por donde va la senda. Después de unos cuantos gritos de nuestros compañeros Gabi y un servidor volvemos a subir. Parece que por fin vamos bien.

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Sobre las 6 de la mañana contactamos con Roberto y Berta, ellos subieron ayer al balcón para hacer noche, y deberían estar esperándonos para empezar juntos la ascensión.

"Nos perdimos, se nos echó la noche y hemos vivaqueado como hemos podido después de subir un corredor. No sabemos muy bien donde estamos."

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Después de un rato hablando con ellos e intentando localizarlos deciden bajar, nos dicen que hagamos marcha, ellos bajaran tranquilamente hacia Pineta.

Dos largas campas de nieve nos depositan debajo del otro espolón rocoso. Este hay que atacarlo por la derecha. Realizamos una travesía por nieve dura. No es difícil, pero si expuesta… veremos a la vuelta.

Por fin el famoso embudo, ya se ve el cielo, el final de la subida, la puerta a la otra dimensión, esa en la que el invierno aun sigue manteniendo una dura lucha con la primavera.

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Sobre las 7.45 llegamos al balcón. Se hace el silencio, la ocasión lo merece. Ahí está, majestuosa, impresionante, altiva, y sobre todo cargada,  muy cargada de nieve.

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 El despiste en la subida, y el tiempo que hemos estado intentando localizar a nuestros compañeros nos han retrasado y llegamos más tarde de lo previsto.  Son casi las ocho,  entraríamos al corredor a las 8.30. No se ve huella, y los aludes muy recientes. Empezamos a dudar, más por las horas que por la nieve, sabemos que ha purgado bastante y que difícilmente caerá algo durante el día, pero siempre está la duda.  Seguramente la haríamos sin ningún problema, no pasaría nada y a la bajada todo sería perfecto, pero aunque saliese bien, seríamos conscientes de haber realizado una imprudencia.

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En esos momentos renunciar es más difícil de lo que parece, estás ahí, delante de la pared que durante años te ha quitado el sueño. Infinidad de veces hemos intentado cuadrar fechas, y cuando no era por mal tiempo era por falta de condiciones. Un bucle infinito que se ha ido repitiendo durante los últimos inviernos. Pero aun así, en ocasiones es positivo envainar la espada, batirse en retirada y volver en otra ocasión más propicia.

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Nos miramos, y sin hablar esta ya todo decidió, hoy no será el día de la Norte. Pero ya que estamos aquí arriba, habrá que aprovechar. Los Astazu cogen forma y se convierten en el siguiente objetivo.

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Hacemos la subida hacia el collado tranquilamente, la nieve sigue dura y la progresión se realiza con comodidad

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Al llegar al collado el pirineo te recibe con su cara más salvaje. A un lado la Norte, el Cilindro y Marboré. Al otro lado Gavarnie, el Casco, la brecha de Rolando, y al fondo el omnipresente Vignemale mostrándonos su cara más amable.

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Solo por disfrutar de este paisaje merece la pena todo el esfuerzo físico, el madrugón y el haber renunciado a la Norte.

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Pero aun queda un pico que subir. Comenzamos la ascensión que en pocos metros nos deposita en una bonita y aérea arista final.

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El pirineo francés, como es de costumbre nos recibe con un mar de nubes, intentando disimular el vacío que hay hacia Gavarnie.

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A la bajada, la nieve empieza a calentarse, lo que antes era la simple hendidura del crampón se convierte en una huella profunda, hasta el tobillo.  Preocupados por el estado del balcón, decidimos dejar el siguiente Astazu para cuando hagamos el Swan y poder llevarnos un pico ese día. O si la casualidad quiere que otro intento al Perdido sea frustrado, tener aun un plan B con el que cubrir el día.

Bajada rápida por el embudo, travesía tensa con la nieve ya más blanda, y de vuelta a la tranquilidad del valle. A disfrutar de un buen reposo después de 13 horas intensas de actividad.

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Han cambiado muchas cosas durante todo este tiempo, pero la ilusión con la que miro estas montañas sigue siendo la misma que convirtió a ese niño de 11 años en un apasionado de la montaña, de los pirineos, de Pineta, pero sobre todo, de la Norte del Perdido.

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La tuvimos en la mano, pero se esfumó, falta de decisión, exceso de prudencia, sentido común… no puedo explicar bien lo que fue. Solo sé que volveré, que algún día recorreré esos glaciales colgados, pasaré por debajo de los seracs y me encaminaré desde el hombro a la cima, y entonces agradeceré que se me haya resistido, porque será mucho más valiosa para mí.

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Hasta el año que viene Perdido.

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1 comentario:

  1. Precioso relato, Luis! no dudes que algún día la Norte será nuestra!

    Un saludo

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